El ambiente alrededor de Carlo Ancelotti en Brasil es difícil de exagerar. La Seleção, que hace apenas un año parecía atrapada en un ciclo de dudas, críticas y constantes cambios en el banquillo, vive hoy una transformación profunda. No es solo una cuestión de resultados: es una cuestión de identidad.
Y ahí, el técnico italiano ha sido pura revolución silenciosa.

Un vestuario unido por el “toque Carletto”

Desde que tomó el control de la CBF, Ancelotti ha logrado algo que Brasil venía buscando desde hacía tiempo: estabilidad emocional y futbolística. La confianza entre plantilla y entrenador es completa, casi automática.
Jugadores como Ederson lo han dicho abiertamente: la llegada de Carletto cambió la mentalidad, el trabajo y el clima interno. En sus palabras, “transmitió una mentalidad ganadora”, algo que un vestuario joven necesitaba con urgencia.

Su estilo también ha sido clave. Entrenamientos cortos, dinámicos, agresivos, enfocados en jugar en uno o dos toques. Una mezcla entre el fútbol elaborado que siempre sedujo a Brasil y la disciplina competitiva europea que durante años le había costado incorporar.
Ese equilibrio, ese famoso “toque humano” de Ancelotti, ha devuelto armonía a la Canarinha.

La CBF lo quiere para mucho más que un Mundial

El contrato de Ancelotti finaliza tras la Copa del Mundo 2026, pero en la CBF no quieren ni oír hablar de despedidas. Su idea es clara: que Carletto lidere también el siguiente ciclo, el que va hasta 2030.

No se trata de un capricho. En la federación entienden que un año y medio no basta para asentarlo todo, y que cortar un proceso que apenas comienza sería un error estratégico. El objetivo es consolidar una era, no una etapa pasajera.

Las sensaciones son tan buenas que, según fuentes internas, la renovación se perfila como un trámite. Hay sintonía, respeto mutuo y una confianza que hace tiempo no se veía en la selección brasileña.

El propio Ancelotti abre la puerta

Y, para completar el panorama, el propio Ancelotti ya dejó claro que él también se siente en casa.
“No tengo otra idea que no sea Brasil”, dijo recientemente. Incluso bromeó con que renovar antes del Mundial sería “más barato” para la CBF que hacerlo después… un guiño que demuestra que su mirada está puesta a largo plazo.

Brasil ha encontrado en Carletto mucho más que un entrenador: un líder, un gestor de egos y un guía para una generación que necesitaba reencontrarse.
Ahora, todo parece alinearse para que el proyecto siga creciendo hasta 2030, un horizonte que en la CBF ven como el escenario ideal para recuperar el brillo total de la Pentacampeona.