Maria C. Santoro
@CoquitoSantoro
Desde antes del inicio de la pasada doble fecha FIFA todo pintaba mal. ¿Cómo una selección como la de Venezuela se da el lujo de no aprovechar el poder tener a sus jugadores en cancha en dos ocasiones y decide jugar solo un amistoso?
Esta situación no fue del agrado de los jugadores. Juan Pablo Añor, jugador del Málaga, declaró durante un entrenamiento que: “No respetan nuestro trabajo. No hay respeto. Nos están boicoteando”.
Y a partir de esas palabras todo fue a peor. Una vez más problemas con los uniformes, algo que al parecer se ha vuelto común dentro del entorno de la Vinotinto; un partido con poco y nada futbolisticamente y donde Colombia no supo aprovechar los espacios dejados por su rival para conseguir marcar los tantos. Luego, una rueda de prensa con el director técnico Rafael Dudamel en la que sobraron los dardos contra la Federación. Por último, tomaron la decisión de no atender a los medios en la zona mixta.
La falta de atención a la prensa desencadenó otra serie de problemas que han sacado aún más las costuras de la relación entre Dudamel y los directivos de la FVF. Después de las quejas de los pocos periodistas venezolanos que se encontraban en el estadio en Tampa, la Federación decidió emitir un comunicado donde culpaba al Cuerpo Técnico de la decisión de que los jugadores no declararan a la prensa.
La respuesta del CT no tardó en llegar y le pasaron el balón a los organizadores del encuentro, quienes a su vez respondieron con un video “explicando” que fue culpa de ellos.
La guerra de comunicados solo nos deja hacernos entender que la relación entre un lado y el otro está completamente rota, algo que preocupa por las formas en las que se ha dado todo.
Ahora bien, esta guerra desencadenada entre ambas partes que representan a nuestra selección nacional afecta directamente al fútbol. Es difícil entender cómo lo que debería ser lo más importante y la razón por lo que existe una federación y un cuerpo técnico queda en segundo plano.
Pretendemos que Venezuela evolucione y finalmente llegue a un Mundial de mayores, pero se siguen cometiendo los mismos errores de siempre y hasta peores. La directiva dividida, un cuerpo técnico peleado con esa directiva y unos jugadores en el medio de todo a los que además les toca jugar con unos uniformes de poca calidad por culpa de quiénes manejan el fútbol nacional.
Y por si fuera poco, a los futbolistas aún les deben los premios prometidos. En conclusión, no podemos pensar en un Mundial mientras se siga actuando de esta manera y no se aprenda que como dice el dicho: “los trapos sucios se lavan en casa”.